I
Los viejos políticos, o los políticos viejos, tradicionales ambos, tienen
que ser reemplazados. Ya pasó su tiempo. El Perú de las mayorías no ha mejorado ni ha alcanzado un mejor nivel y
calidad de vida.
Las cifras macro económicas que nos muestran los medios diciendo que
somos un ejemplo de crecimiento, ocultan que esa bonanza solo llegó para los
menos y no para los más. En medio de esa realidad oculta, la mayor parte de la
población solo recibió migajas de ese crecimiento. La salud y la educación
siguen igual o peor. La calidad de vida y salarios de los más no reflejan esa
bonanza que dicen nos dio el crecimiento. La informalidad, cada vez más
creciente, se ha convertido en una forma de vida, una manera de evadirse de los
impuestos, de la ineficacia del Estado y sobrevivir como fuese.
Poco a poco fuimos descubriendo que, además, nos habían robado la
esperanza, el optimismo, la fe y el alma. Esos viejos políticos no solo han
robado nuestro dinero, sino que destruyeron la moral y el alma de la Nación.
Nosotros, los ciudadanos, fuimos el combustible con el cual alimentaron sus
apetencias de poder y su ambición. Un puñado de personas nos ha usado para
satisfacer intereses personales. Fuimos ciegos, sordos e indiferentes.
Los nuevos políticos jóvenes deben reemplazar a esa vieja clase que nos
ha robado y mentido durante décadas. Y si son hábiles, como que de hecho lo
son, sumarán a su idealismo y amor por la patria, el sabio consejo de quienes
que nunca antes fueron atraídos ni convocados por la política mediocre que se
apropió del país.
En este contexto, la pesquería peruana espera una mayor atención hacia
el país. Sin desechar sus logros y sus exportaciones, es tiempo de dedicar una
debida atención a los pescadores artesanales porque de ellos depende la
alimentación nacional. Es tiempo de promover el consumo nacional de pescado de
buena calidad y a precios asequibles a las mayorías. Es tiempo de pescar
pensando en el ciudadano peruano. Es tiempo de compartir la bonanza del
crecimiento económico y de la pesquería con las mayorías nacionales y el
mercado nacional.
Es momento de compartir con quienes nunca tuvieron la debida atención
de esa vieja clase política, que consume su tiempo en chismes, intrigas,
maquinaciones y complots para hacerse del poder, no para servir al Perú, sino a
sus propios intereses y luego para mantenerse en él.
Todos lo sabíamos, todos lo habíamos visto; pero no es sino hasta este
año que los jóvenes salieron a la calle a decir “basta ya”, que observamos que
por fin se tiene el coraje de intervenir en la vida política del país.
Corresponde a la ciudadanía decente
darle el voto a los jóvenes y con ello la oportunidad de gobernar el
Perú mostrando que sí se puede ser político y funcionario público con decencia,
honestidad y compromiso.
Es mejor tener a un joven con un grupo técnico honesto, que a un viejo político
tradicional lleno de pergaminos y mañas, mentiroso, corrupto, ladrón y rodeado
de cortesanos que hacen funcionar su satrapía en base a la manipulación, la
intriga y la autocracia. Apostar por lo nuevo y por los jóvenes, es mejor que
la apuesta por los viejos políticos. Nada podemos esperar de esa estirpe de ambiciosos políticos antiguos.
El mandato de poder del político proviene del pueblo a través de una
elección. Corresponde a este ejercerlo con dignidad, honestidad y compromiso
con el país, rodeándose de funcionarios competentes, honestos y comprometidos
con su plan de gobierno. En ese contexto, no hay que tenerle miedo a lo nuevo,
sino a lo viejo. No necesitamos líderes acartonados con muchos pergaminos ni
demagógicos discursos. Necesitamos un líder carismático, honesto, idealista,
capaz de devolvernos el alma, la esperanza y el optimismo en que nuestro futuro
depende de nosotros mismos y no de liderazgos caducos, oportunistas y
fracasados. Su equipo es su respaldo.
II
“¿Cuál fue la causa
decisiva de la pérdida de la guerra?
La falta de organización
militar y autonomía bélica, particularmente en municiones. Eso en cuanto al
aspecto técnico, pero más allá, la discriminación racial fue determinante. No
hubo armonía cultural ni política. La falta de organización militar, de
cohesión, de armonía política.
Había patriotismo, había
entusiasmo generoso, había valor y virtudes militares en nuestros soldados y en
nuestros oficiales, pero también hubo mucha traición en los sectores pudientes.
¿Pero usted cree que sin
esos defectos y deficiencias hubiésemos podido ganar la guerra?
Con toda la superioridad
numérica y armamentista del ejército chileno, creo, firmemente que sí. La
desunión. El desatino, la ambición
política y la carencia de identidad en los sectores acomodados nos perdieron”.
Ultima entrevista a Cáceres, La Crónica 27 de noviembre de 1921
Fuente
“El último virrey del Perú”, Bruno Polack, Editorial Planeta
III
“Sin duda, la Guerra del
Pacífico marcó un hito importante en América y nuestro país. Fue el hecho
histórico (y simbólico) que puso fin a nuestro proceso independentista. Cerró
el telón de una América común para vislumbrar una extraña madurez entre los
países sudamericanos, de la cual hasta ahora vivimos el resabio. El discurso
patriótico ya no ensalzaba las virtudes de la libertad o de la República frente
a un rival lejano o monárquico, ahora el rival se encontraba frente a nosotros.
Los intelectuales peruanos desde González Prada y su “Discurso en el
Politeama”, marcaron un derrotero diferente, las bases sobre las cuales debía
erigirse un nuevo país. “los que pisan el umbral de la vida se juntan hoy para
dar una lección a los que se acercan a las puertas del sepulcro[…] “Los viejos deben temblar ante los niños,
porque la generación que se levanta e siempre acusadora y juez de la generación
que desciende” (Gonzalez Prada 1964). Pero González Prada no solo habla de
personas, de viejos y de jóvenes, habla de ideas, de pensamientos, de
decisiones, de nueva política como país. “La mano brutal de Chile despedazó
nuestra carne y machacó nuestros huesos pero los verdaderos vencedores, las armas del enemigo, fueron nuestra
ignorancia y nuestro espíritu de servidumbre”. (González Prada 1964)”.
Fuente
“El último virrey del Perú” ,Bruno Polack, Editorial Planeta
Estamos a las puertas de una elección que deberá marcar el final de la servidumbre y de la ignorancia. Cambiemos el destino de la Patria poniéndolo en manos de lo nuevo. Desechemos lo viejo y a esos viejos políticos que traicionaron al país desde la guerra del Pacífico y que se convirtieron en una peste peor que la propia guerra.
Victoria Nacional, con
George Forsyth, se presenta como la mejor, sino la única opción para el Perú.
¿Cuál es el riesgo? Ninguno. No podemos estar mejor con esos viejos políticos,
de ninguna manera. Los jóvenes nos dan una esperanza.