La pesquería ha hecho uso y abuso de una posición privilegiada por el poder de haber dirigido directa o indirectamente la administración del sector.
La pérdida de ese estatus de dominación, debidamente impulsada por la administración actual, ha removido hasta los cimientos la estructura del poder y el ego de muchas personas y asociaciones que lanzan una ofensiva a través de los medios y de lacayos a sueldo de todo género y condición, encubiertos, infiltrados o visibles. Intrigan y conspiran en contra del Estado pretendiendo volver a las antiguas costumbres; pretendiendo recuperar el control y el dominio de la pesquería.
En el escenario que se viene construyendo, la política y el dinero, constantes de manipulación en el sector durante toda su historia, serán reemplazados por el verdadero poder de una Sociedad Civil que despierta poco a poco y recupera su lugar en la estructura de poder de la Nación.
La ambición del poder y del dinero hace perder de vista, a algunos, que estamos viviendo épocas diferentes. Estamos en la era del hombre común, de la Sociedad Civil que se organiza y se defiende. Las viejas costumbres y los antiguos dioses del dogma y el paradigma que dominaban no solo el sector pesquero, sino otros sectores extractivos también, están siendo reemplazados por nuevas doctrinas, nuevos valores y nuevos elementos de defensa.
La continuidad de la política que ha inaugurado una nueva era de moralidad y decencia en el sector debe ser defendida por la Sociedad Civil, que debe organizarse para defender sus derechos a compartir debidamente el uso de sus recursos naturales y a la vida en un ambiente limpio, no contaminado, asegurando la sostenibilidad de las pesquerías para las futuras generaciones de peruanos.
No es solamente desde el poder de turno desde donde debe darse esta lucha reivindicativa, sino desde el seno mismo de la Sociedad Civil, hasta hoy ajena e indiferente.
Los verdaderos pescadores artesanales, relegados y olvidados, los trabajadores de la industria pesquera de tierra y embarcados, víctimas permanentes de tratos injustos y pagos insuficientes y desproporcionados a su esfuerzo, son los primeros en unirse y empezar a exigir sus derechos a un justo trato, a una justa participación y a una vida digna.
Deben unir sus esfuerzos con la Sociedad Civil e institucionalizar reformas en el sector cuya continuidad sea vigilada y observada para que nunca más se vuelva al estatus anterior que solamente ha traído degradación del medio ambiente, enriquecimiento de unos pocos y ausencia de participación de la Sociedad Civil.
Se ha hecho creer al país que somos buenos porque exportamos mucho, mientras se vive día a día con un producto pesquero caro, limitado y alejado de las mesas populares. Se nos ha inculcado el mito de que la exportación es la piedra filosofal y el santo grial de la vida económica de un país. Lo que no se nos dijo nunca es cuanto gana el exportador en relación a lo que en términos prácticos y reales gana la Sociedad Civil. Se nos ha hecho creer que donando un poco de pescado o vendiendo eventualmente pescado barato el negocio pesquero contribuye con el país. Lo que nunca se nos dice es cuánto dinero gana el que exporta y cuanto de ese dinero recibe el Estado para aplicarlo a la atención de necesidades del país.
Antes que regalar pescado es necesario y debido que el canon pesquero, que hoy día significa menos de un sol para algunas municipalidades, aumente a niveles apropiados y que no sean insultantes como los actuales. De esta forma cada gobierno local será dueño de decidir en qué invierte sus recursos de acuerdo a sus propias necesidades.
El país no necesita de la caridad de la industria pesquera, sino de una justa participación y distribución de su riqueza.
Alimentar a la población será la resultante de nuevos negocios, de nuevas microempresas que ganen dinero y atiendan a la población nacional sin tener que negociar con una estructura tradicional que no da nada si no es a cambio de ventajas indebidas e injustas para la Nación.
En este escenario hay quienes insisten en continuar violando las 5 millas marinas reservadas a la pesca artesanal para seguir aumentando la riqueza de pocos en detrimento de muchos. Bajo múltiples excusas y argumentos es el deseo de lucro a toda costa lo que inspira a todos los defensores de violentar las 5 millas marinas.
Confían y esperan encontrar a una Sociedad Civil indiferente e inerte para oponerse. Esta vez no debiera ser así, como siempre fue en el pasado.