Hace casi diez años la pesquería de la merluza en el Perú prácticamente colapsó y entró en una etapa de recuperación. Se acusó a la industria merlucera de depredación cuando en realidad lo que ocurrió fue que las cifras oficiales y la cuota anual de extracción concedida fueron erradas, como se desprende del análisis de los informes de la época.
El punto es que el impacto recibido por la industria fue asimilado y la misma sobrevivió. Se adaptó y concentró sus esfuerzos principalmente en la pota y en crear mayor valor agregado.
La industria congeladora se adaptó y creció. La flota merlucera se redujo. El Estado, gran creador del problema, no intervino mayormente en apoyar a la industria en su fase adaptativa.
Hoy la industria conservera sufre el impacto de la ausencia de jurel y caballa, principales recursos con los que tradicionalmente ha trabajado.
La supervivencia de la industria conservera debe seguir el ejemplo y el camino de la industria congeladora. El hecho de que la anchoveta constituya una biomasa de tamaño apreciable y notoriamente mayor que el de la merluza no necesariamente significa que puede soportar el impacto de mayor esfuerzo extractivo para atender la demanda de materia prima de la industria conservera. Tampoco significa que para facilitar la supervivencia de dicha industria se cree como efecto colateral un traslado de anchoveta a la industria reductora, aún en época de veda y generando situaciones de conflicto.
La anchoveta constituye un recurso forraje del cual se alimentan otras especies y constituye un importante eslabón de la cadena alimenticia del ecosistema marino de Humboldt. El manejo de esta pesquería impone la necesidad de aplicar el enfoque precautorio.
Pretender incrementar el esfuerzo extractivo sobre este recurso con el único objeto de apoyar a la industria conservera es una medida indebida. La inversión en pesca supone un alto componente de riesgo e incertidumbre que el inversionista tiene que conocer y estar dispuesto a asumir. Los problemas que genera la aleatoriedad de la pesquería no pueden ser resueltos por el Estado poniendo en riesgo no solamente la biomasa de la anchoveta, sino todo el sistema de ordenamiento pesquero vigente. Imperfecto aún; pero ordenamiento al fin.