Una pequeña
historia de corrupción en afluentes del Amazonas. Exportadores de peces
ornamentales que se coluden con un gobierno regional. El sucesor lo corrige…
pero luego cede y se vuelve a lo mismo.
El mundo de los
peces ornamentales tiene su misterio. Hace veinte años, por ejemplo, era muy
cotizado el pez neón tetra, descubierto en 1940 en el Amazonas por Eugene
Rabout. Pequeño, de no más de cinco centímetros, tiene aletas incoloras y
recorre su lomo una franja fluorescente azul verdosa con la que, dicen, llama
la atención de su pareja. Loreto, una de cuyas principales actividades
industriales es la exportación de peces de colores, era un importante proveedor
de esta especie a los acuarios de todo el mundo, cuando el Perú lideraba la
exportación continental, junto con Brasil. Pero el pez neón tetra dejó de ser
la gran atracción. ¿Por qué, si continúa siendo uno de los más vistosos? Una
posible respuesta es que el mercado se saturó con tanta oferta. Ahora tiene
mucha demanda un pez en forma de abanico llamado “banda negra”. Una franja de
ese color le atraviesa el vientre. A propósito de su exportación hay un
conflicto de los mil diablos entre comunidades pescadoras de Loreto.
EL PEZ AMIGO
Es un pez pequeño en el acuario, aunque de
adulto puede llegar a los veinticinco centímetros. Llegado a esa longitud en
algunos países pasa del acuario a los restaurantes, que lo compran para ofrecer
un sabroso plato exótico. Cuando despliega sus alas parece una palometa. En
lugares como Japón, donde hay fiebre de acuarios, puede costar ciento cincuenta
dólares. En Iquitos, la unidad vale poco
más de medio dólar. Su exportación como pez ornamental está prohibida, pero la
Dirección Regional de Producción de Loreto (Direpro) autorizó a una ONG a explotarlo con esos fines en la cuenca del
Bajo Nanay, en el marco de un programa de manejo pesquero de cinco años. Detrás
de la ONG están cinco asociaciones de pescadores. Y detrás de los pescadores,
dueños de acuarios que consiguieron que el pez banda negra se acopiara solo
para ellos.
La primera fase del programa autorizaba el
acopio de unos ciento cuarenta mil ejemplares. Puestos en el mercado
internacional, su valor podría estimarse en cuatro millones de dólares. Las
cifras quizá no impresionan, pero el Perú ha dejado de ser un gran exportador
desde que, sin estudios de ningún tipo, el Estado prohibió la comercialización
como peces ornamentales de unas 35 especies. En los archivos no es posible
hallar algún reporte técnico que indique riesgo de extinción. En América del
Sur, Brasil y Colombia están por delante, vendiendo peces cuya explotación está
vedada en el Perú, aunque mejor sería decir en Loreto, porque la verdadera
fuente de los peces ornamentales nacionales es el Amazonas y afluentes. Su
exportación es la segunda actividad económica regional, después de la industria
maderera.
EL AUTO FANTÁSTICO
La aprobación del programa de manejo del pez
banda negra batió todos los récords de rapidez. Solicitada en diciembre del 2013
por una filial en Iquitos de la ONG Cendipp (¡cuya misión es defender a la
mujer maltratada!), fue aprobada en mayo siguiente, pese a que sus promotores
no subsanaron un defecto básico del expediente: no establecía zonificación ni
un período previo de evaluaciones. A todos los programas de manejo de Loreto se
les exigió este requisito elemental. Los pescadores del Bajo Nanay, unos
doscientos asociados, empezaron a trabajar con el financiamiento de cuatro
dueños de acuarios, que serían los únicos compradores. Especialistas de la
Direpro no pudieron detener un expediente con tanta fuerza.
Había una afinidad entre los exportadores y el
entonces presidente de Loreto, Yván Vásquez. Eran parte de su apoyo político
financiero. Por otra parte, a David Panduro, director de la Direpro y
autorizador del programa, se le vio repetidas veces manejando el auto de
Milagros Ferreyra, propietaria de una de las empresas beneficiadas, un Suzuki
del 2006. Luego Panduro compró el automóvil por nueve mil dólares, un poco antes
de que el programa recibiera luz verde. Hizo más: desterró al biólogo César
Correa, quien había hecho un demoledor informe sobre las falencias del
expediente presentado. Lo puso a disposición de la gerencia general.
LOS PECES GORDOS
Después de aprobar el programa, la Direpro
rompió con su práctica de disponer, en el primer año, evaluaciones de campo
destinadas a establecer pautas racionales de administración. De frente autorizó
la pesca, sin conocer la población disponible. Todo salió mal. Los manejadores
solo obtuvieron veinticinco mil de los ciento cuarenta mil ejemplares
autorizados. Debido a las condiciones inmundas del acopio se produjo un
altísimo nivel de mortandad del recurso: más del 65%. Las metas de
repoblamiento apenas llegaron al 3,3%, cuando debieron ser tres veces más. No
obstante, la Direpro autorizó una segunda cuota, de setenta mil ejemplares, a
fines del 2014.
Cuando Fernando Meléndez sucedió a Yván
Vásquez en el gobierno regional, la situación dio un vuelco. Norman Sánchez, un
ingeniero experto es piscicultura, reemplazó al complaciente Panduro.
Desaparecieron los privilegios para los exportadores y se dieron los primeros
pasos para lanzar con fuerza el paiche hacia el mercado brasileño. La
resolución que autorizó la experiencia en el
Bajo Nanay fue anulada, para lo cual solo hubo que dar crédito a los
informes oficiales sobre el pésimo manejo del programa. La Direpro y su
sindicato de trabajadores fueron juntos hasta el Ministerio Público para
denunciar a las autoridades salientes, por las irregularidades cometidas en la
aprobación del expediente. Entre otras.
Entonces empezó la contraofensiva de los
exportadores. Frente al local de la Direpro en Iquitos, contiguo al malecón, se
sucedieron movilizaciones de los pescadores del Bajo Nanay y sus familias.
También hubo marchas a Lima y denuncias contra Norman Sánchez a viva voz y por
escrito. El presidente regional hizo una primera concesión: les permitió vender
públicamente los peces banda negra que ya habían acopiado. Anticipó que sería una
medida excepcional. Pero las presiones continuaron.
TORTILLA VOLTEADA
Finalmente, el presidente regional cedió a las
exigencias de los dueños de los acuarios. Walter Muñoz, gerente general del
gobierno de Loreto, anuló la resolución de la Dirección Regional de Producción.
Basándose en un defecto de forma, pasó por alto la falta de idoneidad del
programa de manejo, volviendo las cosas a su estado anterior. Podría haber
reparado el defecto, pero primó la voluntad política de no malquistarse con los
exportadores privilegiados ni con sus pescadores, que continuaban en pie de
lucha. Estos tienen un problema real:
deben pagar la deuda con sus financiadores.
Pero ahora ha surgido el reclamo del resto de
exportadores y de los pescadores no beneficiados. Para comenzar, impugnaron la
resolución del gerente por el simple hecho de que no le correspondía resolver
la apelación. De acuerdo a ley, debía absolverla la Dirección Regional de
Desarrollo Económico, a cargo de José Luis Alegría. Aparentemente, Alegría
hubiera resuelto en sentido contrario al del gerente general. ¿Qué hizo que el gobernador terminara de lado de los infractores? El temor a
ser señalado como insensible ante el desempleo de un sector de pescadores. En
el Ministerio Público las denuncias derivadas de la irregular aprobación del
programa para exportar el pez de banda negra siguen un curso incierto. Un caso
más en que una administración honesta convalida una forma turbia de hacer
negocios. La próxima vez será aún más complaciente.
Ricardo Uceda.
Iquitos.
El Informante
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