En un
país que pretende incrementar el consumo de pescado, sin disponer de una base
de datos científica que le permita definir límites máximos de extracción por
especie, que ha elegido aceptar el mito de que los recursos pesqueros son
abundantes e inagotables, es evidente preguntarse:
¿Porqué tan alto volumen de importación?
¿Significa que las capturas nacionales son insuficientes para atender la
demanda interna?
“Según cifras registradas por Aduanas, se
aprecia un aumento de 35% de las importaciones de productos pesqueros para
consumo humano directo en el último año, en valores US$ FOB. El total importado
en el año 2015, alcanzó un valor de US$ 290.33 millones en comparación a los
US$ 184.50 millones registrados en el 2014; totalizando 132.88 mil toneladas
importadas frente a las 110.03 mil toneladas que ingresaron al país en el 2014.
Así como el año anterior, el principal rubro
de las importaciones de productos pesqueros fue el de los congelados,
alcanzando los US$ 97.24 millones, incrementándose en 25% con respecto al año
anterior, los productos que registran incrementos en las importaciones son
jurel (96%) y colas de langostino (883%) congelados. Sin embargo, las
importaciones de filetes congelados, donde predominan las especies atún listado
y tilapia, han experimentado un decrecimiento de 31% y 27% en valor
respectivamente.
En el rubro conservas, las importaciones
2015 totalizaron US$ 80.25 millones (21.39 mil toneladas), observándose un
crecimiento de 27% en valor y 36% en peso, respectivamente. El 81% del rubro
comprende las conservas de atún (US$ 65.01 mil) proveniente principalmente de
Tailandia y Ecuador, habiéndose registrado un incremento de 30% vs el 2014. Las
principales presentaciones de las conservas de atún son en enteros y en trozos,
otras conservas importadas son las conservas de sardina y los trozos de caballa
proveniente del Ecuador.
El rubro vivos ocupa el tercer puesto en las
importaciones pesqueras. Ha experimentado un crecimiento en valor de 880%.
Dentro de este rubro se aprecia un incremento en la importación de larvas las
cuales son destinadas para la acuicultura nacional, así mismo se registró un
incremento de 297% en lo que respecta a peces ornamentales.
Por otra parte, el rubro fresco ha
experimentado un aumento, con un valor que asciende a US$ 34.83 millones. Los
pescados enteros frescos tienen una participación de 88% en valor y el 93% en
peso del total del rubro, siendo la caballa, el cazón y el arenque las
principales especies importadas que provienen en su mayoría de Ecuador”
(Datos de PROMPERU)
Entonces,
el pretendido incremento del consumo ¿se hará en base a la importación de
pescado?
El
incremento de consumo de pescado, tal cual lo conduce el programa A Comer
Pescado, tiene que ser sostenible. Para ello se requiere de investigación
científica y no puede estar enfocado en especies poco abundantes, sino
centrarse fundamentalmente en anchoveta y pota.
El
país no necesita promocionar el consumo de pescado en las ciudades principales ni mucho menos en
las costeras, sino en la sierra y poblaciones vulnerables, que es donde se
necesita combatir la desnutrición y la anemia infantil.
La
medición del consumo per cápita oficial es una cifra sin sentido. Lo que
interesa saber es cuánto consume el poblador rural, altoandino y marginado que
sufre de desnutrición y anemia. No es prioritario el consumo del poblador de las
grandes ciudades.
Las
necesidades alimenticias del país demandan una política promotora de la
comercialización de productos pesqueros en el mercado nacional y no para la
exportación.
En el
caso de la anchoveta, para su consumo en estado fresco, no es, o no sería
suficiente una campaña de promoción al consumidor, sino también un cambio en la
normatividad vigente que estimule la captura de esta especie para el CHD. Se
requiere que la anchoveta sea extraída en las condiciones apropiadas y se le
conserve en frío de tal forma que se asegure un óptimo producto sanitariamente
aceptable.
Para
la comercialización de anchoveta en estado fresco se requieren de normas y
procedimientos que hoy no existen y que limitan su comercialización.
Se ha
perdido el rumbo en la promoción del consumo de pescado convirtiendo al único
programa que queda en un escaparate de productos inaccesibles a las poblaciones
que realmente necesitan consumir pescado, perdiendo de vista las necesidades permanentes
de las poblaciones vulnerables. Se trata de crear un mercado y una oferta
sostenibles y continuos y no tan solo ferias eventuales y promociones
temporales.
Para
su consumo en conservas, tiene que modificarse la normatividad para facilitar
que la industria conservera disponga de adecuadas condiciones de
abastecimiento, de las cuales hoy no dispone generándose capacidad instalada
ociosa por falta de materia prima.
Debe
regularse y controlarse que las capturas destinadas al CHD no se desvíen hacia
la harina estimulando la creación de un mercado que asegure un mejor precio que
el que paga la industria reductora.
Marcos
Kisner Bueno