“La pesca sostenible es un enfoque
esencial para preservar la biodiversidad marina y garantizar que las
poblaciones de peces se mantengan saludables y productivas a largo plazo. Este
concepto implica dejar suficientes peces en el mar, evitando prácticas de
sobrepesca que puedan poner en peligro su capacidad de reproducción y
renovación continua. Además, es fundamental respetar los ecosistemas marinos,
minimizando los impactos en especies protegidas y hábitats vulnerables”.
https://nirsa.com/que-es-la-pesca-sostenible/
La
pesquería sigue siendo conceptuada como fuente de riqueza vía exportación,
negándonos a aceptar que primero debe ser fuente de alimentación nacional y
luego ser usada como arma estratégica de negociaciones en un mundo que poco a
poco se verá más inundado por el hambre.
Pero,
incentivar el consumo de pescado y/o promocionarlo, resulta ser una acción
irresponsable, dado que solo se debería y/o podría hacer, si existiese
información científica sobre cuáles serían las especies a incentivar, cuál
sería su límite de captura y cuál sería la talla mínima.
Se ha atribuido siempre a los
recursos marinos, no solo el carácter de renovable, sino además, la cualidad de
inagotable. Se ha elegido aceptar el mito, en obstinada ignorancia de los
hechos, creyendo que los recursos pesqueros son infinitos e inagotables y
forzando la extracción hacia límites impredecibles en sus consecuencias.
No se
puede seguir pescando con una flota cuyo tamaño no está de acuerdo a la biomasa
de especies objetivo que se podría capturar sin poner en riesgo su existencia.
Se requiere saber, primer término cuánto se puede capturar de cada especie y
cuál es la capacidad de captura de la flota. Esa información conduciría a establecer
el número máximo de embarcaciones pesqueras que garantice la sostenibilidad de
las especies marinas en el ecosistema marino de Humboldt, así como las cuotas
máximas de captura.
La forma más racional de
proteger nuestros recursos pesqueros es adoptando un enfoque precautorio. Los
peces son recursos naturales renovables, pero solo si se les deja reproducirse
adecuadamente cuidando de no reducir sus poblaciones.
El recurso pesquero no
aumenta en función de la demanda. Sucede que la biomasa de las diversas
especies objetivo sigue el camino inverso, éstas se reducen y por tanto son
insuficientes para satisfacer las expectativas y necesidades de todos los
partícipes de la pesquería.
Una
pesquería sostenible solamente será posible cuando el país alcance el adecuado
nivel de madurez cívica que le permita entender y aceptar que se requiere
colocar el interés nacional por encima de los intereses de parte. Ello implica
que la decisión de autorizar la extracción se haga en base a la ciencia y no a
la política.
El
interés nacional requiere que se desechen los intereses económicos grupales y
se privilegie la alimentación de la población nacional por encima de todo. Ello
impone una adecuada preservación de los recursos pesqueros, del ecosistema y
del medio ambiente, de tal forma que se garanticen alimentos baratos para toda
la población del país en forma prioritaria. Sin embargo, hacerlo sin base
científica es una irresponsabilidad.
Esa es
una de las principales razones por las cuales el Imarpe debe ser reestructurado
y orientado a investigar todas las especies para que determine los límites
máximos de captura.
“Cuando
la generación lucrativa de ciertas empresas pesqueras entra en conflicto con el
bienestar colectivo o la defensa de los bienes que resultan indispensable para
que la vida humana siga desarrollándose, la interpretación que de la
Constitución se haga debe preferir el bienestar de todos”
“La economía social de mercado condiciona la
participación de los grupos económicos al respeto del bien común y del interés
general, estableciendo límites para que la democracia constitucional no sea un
espacio donde se imponga la posición de los más poderosos económicamente, en
detrimento de los demás bienes jurídicos protegidos constitucionalmente”
Aún superando el tema de
asegurar la sostenibilidad de las especies, subsiste un asunto que debe
evaluarse: Si se incrementa la demanda de pescado, la oferta sufrirá como
consecuencia, además del riesgo de agotamiento, un incremento de precios. En
este escenario ¿podrían las personas más necesitadas de proteína acceder a
comprar pescado? El pollo siempre fue, desde la época de EPSEP y el auge de
consumo de jurel y merluza, un competidor importante porque generalmente es más
barato que el pescado.
Lo que corresponde, entonces,
es evaluar qué especies son las mejores o únicas candidatas a ser promocionadas
con el fin de incrementar el consumo. Y sin necesidad de mucho análisis,
solamente tenemos a la anchoveta, la cual es la mejor especie estudiada y quizá la única, y hasta hace poco a la pota.
El gasto de promoción del
consumo de pescado debería, por lo tanto, focalizarse en estas dos especies en
forma prioritaria. Sin embargo, la investigación sobre las otras especies, y su
cuidado y protección, no debe ser descuidada en ningún caso.
Hay sectores de la población
cuyos ingresos les permiten comprar pescado fresco, congelado o enlatado,
aunque en los últimos años sus precios han subido considerablemente, aunque sus
necesidades de proteína no son necesariamente tan grandes como otros sectores
que sí sufren de desnutrición y anemia infantil. Es a estos sectores a quienes
hay que considerar como objetivo prioritario y hacia donde deben ser dirigidos
los recursos del Estado que permitan no solo crear el hábito de consumo de pescado,
sino las condiciones de captura y comercialización que les generen un producto
de precio accesible a su nivel de ingresos y/o a programas de apoyo
alimentario.
Para que la pesca sea
sostenible, se debe conocer el estado de las poblaciones de peces. De esta
forma la captura puede mantenerse en niveles que permitan a las especies
reproducirse y garantizar su disponibilidad de manera indefinida.
La información indicada
permitirá ejercer una gestión responsable y adecuada que asegure la salud del ecosistema.