Nuestra pesquería requiere de cambios que deben provenir, aunque tome tiempo, de la propia convicción de cada uno de los actores y participantes en la pesquería. La palabra clave es educación. Más allá de las normas y leyes, en un medio en el cual nadie puede controlar efectivamente el cumplimiento de las normas, la mejor garantía del cumplimiento de las mismas, en especial las de protección al recurso y al ambiente, será cuando los que de una u otra forma actúan en el sector, asuman conciencia de que detrás de la norma hay una lógica irrefutable y una necesidad incuestionable.
La educación y el cambio o introducción de un nuevo modelo educativo para el sector se torna cada vez más un imperativo. La educación para el sector pesquero debe ir más allá del mero entrenamiento técnico para los pescadores y tripulaciones. Debe ampliar su radio de acción a todos los trabajadores de la industria pesquera en tierra, a todas las comunidades de pescadores marítimos y continentales y a las poblaciones costeras y aledañas a ríos y lagos. Debe ir más allá de lo tradicional y educar en temas de protección al ambiente y a las poblaciones ícticas, debe incursionar en temas que tengan por objeto crear conciencia sobre la necesidad y responsabilidad compartida de proteger los ecosistemas y el futuro de los peces como elemento clave para garantizar la seguridad y la soberanía alimentaria. Estas son bases de una educación imprescindible para alcanzar un alto nivel de desarrollo.
La pesquería sigue siendo conceptuada como fuente de riqueza vía exportación, negándonos a aceptar que primero debe ser fuente de alimentación nacional y luego ser usada como arma estratégica de negociaciones en un mundo que poco a poco se verá más inundado por el hambre. Una pesquería sostenible solamente será posible cuando el país alcance el adecuado nivel de madurez cívica que le permita entender y aceptar que se requiere colocar el interés nacional por encima de los intereses de parte.
El interés nacional requiere que se desechen los intereses económicos grupales y se privilegie la alimentación de la población nacional por encima de todo. Ello impone una adecuada preservación de los recursos pesqueros, del ecosistema y del medio ambiente, de tal forma que se garanticen alimentos baratos para toda la población del país en forma prioritaria.
La importancia de los recursos naturales renovables y no renovables adquiere, en un escenario de crisis y de la globalización, una perspectiva que le permite plantear al Estado un aumento del margen de su participación proveniente de su explotación. El control y el acceso a estos recursos y a sus utilidades financieras, que son vitales para el país, merece verse en una nueva perspectiva.
En un contexto mundial en el que la globalización impone altos costos, la posesión de reservas energéticas, la potencialidad de producción de alimentos a gran escala y una importante reserva de materias primas, constituyen un factor estratégico de poder que debe considerarse a la hora de planificar opciones estratégicas de desarrollo para el país. Más aún para un país emergente, con carencias y tratando de salir del subdesarrollo, pero con potencialidades en términos de recursos naturales. El control y la explotación de nuestros recursos naturales renovables y no renovables, merecen replantearse con el objeto de que el Estado participe de los beneficios económicos de su explotación en mejores términos.
Tiene que haber límites al crecimiento debido a la profundización de las externalidades negativas vinculadas al agotamiento cada vez más crítico de las fuentes de recursos ícticos del país.
La participación del país en las utilidades que genera el sector pesquero es tan pobre que representa el agotamiento de un modelo de manejo que se ha revelado ecológicamente depredador, socialmente perverso y políticamente injusto
La disminución de las poblaciones de peces se ha acelerado al compás del aumento de las inversiones y del incremento de pescadores artesanales contraviniendo elementales principios de conservación, precaución, uso racional y sostenible del recurso y calidad en el tratamiento del medio ambiente. Tan crítica puede ser la situación que no se dispone de una encuesta actualizada que muestre con precisión la cantidad de pescadores y embarcaciones artesanales existentes para evaluar en su justa dimensión de que tamaño es el esfuerzo pesquero que se viene aplicando sobre el ecosistema marino peruano y cual es el límite.
El interés nacional, entendido como la defensa del bien común, impone cuidar los recursos pesqueros para las generaciones futuras y que le den a la sociedad una adecuada participación en las ganancias que obtienen quienes se ven beneficiados por una concesión de explotación de un bien común patrimonio de toda la nación.
Es necesario analizar la problemáticas del manejo sostenible de los recursos pesqueros en el marco de una visión de la globalización, un escenario cualitativamente diferente al de épocas pasadas, debido, básicamente, a la presencia de fenómenos de deterioro del medio ambiente, degradación de los recursos naturales renovables y no renovables y crecimiento de la población, a lo que se suma el interés de las grandes potencias y los conglomerados multinacionales por hacerse con el control geoestratégico de regiones abundantes en recursos.
La protección de nuestros recursos solo pueden materializarse a partir de la existencia de planes de largo plazo. Al mismo tiempo que reestructure la participación del país en la rentabilidad del negocio en una proporción justa, que compense el impacto que la explotación de los recursos pesqueros causa sobre el ecosistema y sobre el ambiente
Se necesita fomentar mediante la educación, una auténtica conciencia de cultura pesquera y de sostenibilidad ambiental.
Este estado de conciencia social es crucial ya que, solo a partir de la existencia de una planificación integrada sobre la base de un diagnóstico realista, se podrá proteger efectivamente el potencial pesquero que posee el país.
"El presupuesto debe equilibrarse, el Tesoro debe ser reaprovisionado, la deuda pública debe ser disminuida, la arrogancia de los funcionarios públicos debe ser moderada y controlada, y la ayuda a otros países debe eliminarse para que Roma no vaya a la bancarrota. La gente debe aprender nuevamente a trabajar, en lugar de vivir a costa del Estado".
CITA DE MARCUS TULIUS CICERON (año 55 antes de Cristo)