Las
siguientes cifras muestran los desembarques de pescado en el Perú desde 1950.
En
la presente década ya no se registran desembarques de sardina, especie que hasta fines
de la década del 90 constituía un recurso importante. Ya van 15 años que la
especie no registra desembarques.
El
siguiente cuadro, más resumido, sigue incluyendo a la sardina en forma
diferenciada:
El
siguiente cuadro presenta el resumen de los 63 años entre 1950 y el 2013. (No
se puede presentar el 2014 por cuanto aún no se dispone del Anuario Estadístico
del 2014):
Los
volúmenes y especies desembarcadas permiten concluir que Perú no es un país con
un alto potencial de especies que faciliten incrementar el consumo de pescado,
salvo en las especies anchoveta y pota. Las demás especies no representan
volúmenes significativos como para pensar que pueden ser promocionadas para
aumentar el consumo de pescado per cápita. Más aún cuando esas especies no han
sido debidamente estudiadas y no se dispone de información científica que
permita regular su extracción fijando límites máximos extraíbles a fin de
asegurar sus sostenibilidad.
Nótese
que la pota recién empieza a convertirse en un recurso importante a partir de
la década del 90, coincidiendo con la desaparición de la sardina.
El
jurel, que era un recurso importante hasta fines de la pasada década no
pareciera que volvería a desembarcar, en lo que queda de la presente década,
volúmenes como en las dos décadas anteriores.
En
todo caso, no se evidencian grandes ni importantes recursos pesqueros como para
pensar en promocionar el consumo de pescado sin hacer referencia precisa a las
especies objetivos que podrían ser promocionadas.
Entre
el 2010 y el 2013, los desembarques son los siguientes:
¿Qué
tanto se puede hacer por incentivar el consumo de pescado en el mercado peruano
con estas cifras, considerando que una parte importante de estos volúmenes
desembarcados se destinan a su procesamiento para la exportación como
congelado, conserva o curado?
Es
imposible disimular el hecho que los desembarques de especies destinadas al
consumo humano, objetivo principal de los pescadores artesanales presentan
niveles históricos insuficientes para incentivar su consumo y por ende su extracción,
con excepción como se ha mencionado, de la pota y anchoveta.
Las
especies como la cabrilla, cojinova, coco, liza, y probablemente algunas de las
clasificadas como “otros” escasean y por tanto, aumenta el costo de la faena,
sube el precio al consumidor y consecuentemente baja o desaparece la
rentabilidad del esfuerzo pesquero (y la del pescador).
Debe
sumarse al análisis la incertidumbre de no conocer qué especies están incluidas
en la denominación “otros”.
También debe sumarse la inquietud por saber dónde
está considerado (si es que lo está) el jurel procedente de Chile, el cual
puede estar siendo importando o ingresando al país de contrabando, o asumiendo
la figura de formar parte de los desembarques.
Contribuye
también a la incertidumbre el hecho de no contar con cifras precisas que
muestren qué porcentaje de los principales recursos como el jurel, el bonito,
la caballa y el perico están destinados a su transformación en productos de
exportación, lo cual resta a la disponibilidad de saldos para abastecer el mercado
interno, bien sea como fresco o procesado. No menciono a la merluza puesto que casi
en su totalidad de exporta en forma de congelado.
La
conclusión más sana a la que se puede llegar es, que ante estas cifras, sumada
a la incertidumbre sobre lo expuesto, corresponde aplicar un enfoque
precautorio y no estimulador de mayor extracción, sino orientar el esfuerzo a
la promoción de la anchoveta y la pota para consumo humano directo, en especial
hacia las poblaciones más vulnerables.
El siguiente cuadro presenta las cifras
que sustentan las conclusiones de que solamente se puede promocionar la pota y
la anchoveta. Para este cuadro solamente, se ha resaltado la anchoveta, la pota
,el jurel, la caballa y la merluza por ser representativos, sumando el resto de
especies a la denominación de otros. Este último comprende múltiples especies
cuya extracción puede ser de una complejidad mayor que la que presenta la
anchoveta y la pota al punto de hacerlas mucho más caras, por lo cual
estimularlas no tendría impacto positivo sobre las poblaciones más vulnerables
cuyos niveles de ingreso les obligan a comprar lo más barato.
Tampoco
se puede ocultar que el número de personas que pescan ha aumentado y que éstas
están cada vez mejor equipadas a nivel de flota y de aparejos tecnificados.
Sucede
que la biomasa de las diversas especies objetivo siguen el camino inverso,
éstas se reducen y por tanto son insuficientes para satisfacer las expectativas
y necesidades de todos los partícipes de la pesquería.
El
recurso pesquero no aumenta en función de la demanda. Incentivar la demanda sin
contar con oferta suficiente no es una medida responsable y atenta contra la
sostenibilidad de los recursos. Incentivar el consumo sin un análisis
científico del estado de salud del ecosistema y de los volúmenes disponibles de
todas las especies hidrobiológicas, es un acto de irresponsable demagogia que
la comunidad científica y la ciudadanía no deben permitir.
La
venta al mercado interno se aprecia en el siguiente cuadro:
La
expresión “Perú país pesquero” no es necesariamente correcta si se le quiere
usar en el contexto de que tenemos mucho pescado, porque no lo tenemos. Lo que
tenemos es mucha anchoveta y en segundo lugar, pero bien distanciada, abundante
pota.
Somos
un país productor de harina de pescado, lo cual es importante económicamente
para el país y para el sector de la población que trabaja en esa rama de
industria. Pero no tenemos la suficiente disponibilidad de recursos para
convertirnos en un país que consume pescado en volúmenes tan grandes como Japón
y España, por ejemplo.
En
tanto el pollo sea más barato que el pescado y su producción sea mayor, seremos
un país pollero y no pesquero desde el punto de vista del consumo.
Promocionar el consumo de pescado sin precisar cómo y con qué recursos pesqueros se hará y cuál sería el público objetivo, basando la hipótesis en el mito de que somos un gran país pesquero, es demagogia.
Podemos
hacerlo con la pota y la anchoveta, si es que diseñamos los mecanismos técnicos
y legales que:
- faciliten la promoción del consumo de estos recursos,
- estimulen el crecimiento del mercado interno,
- contribuyan a reducir la desnutrición infantil.
Podemos
explorar nuevas especies si se destina recursos suficientes a la exploración e
investigación. Podemos mejorar la regulación de la extracción con mejores
herramientas científicas que nos garanticen la sostenibilidad de las mismas. Podemos
incentivar el mercado nacional poniéndolo en igualdad de condiciones de
subsidios e incentivos que las exportaciones. Podemos mejorar la participación
nacional en la renta de la industria pesquera.
Podemos implementar una reforma
en la pesca con tan solo voluntad y decisión políticas.
Podemos
también incentivar la acuicultura. Pero esto ya se ha hecho a través de varias
normas sin mayores resultados.
¿Porqué
hasta ahora no se evidencian importantes inversiones acuícolas en el Perú?
¿Serían
sus productos tan abundantes y de precio asequible al público consumidor al
punto que causarían un impacto significativo en el incremento del consumo? ¿O
solamente se convertirían en un producto más de exportación?
Si
quedase más anchoveta en el agua, como efecto de una reducción del volumen de
sus capturas ¿aumentaría la biomasa del resto de especies y aumentarían sus
desembarques? Eso es cosa que no se sabe con rigurosidad científica; pero sería
interesante dedicar recursos y esfuerzos a estudiar el tema.
Se
requiere una reforma que ordene mejor la regulación existente y convierta a la
pesquería en una actividad socialmente inclusiva.
Se
ha atribuído siempre a los recursos marinos, no solo el carácter de renovable,
sino además, la cualidad de inagotable.
Se
ha elegido aceptar el mito, en obstinada ignorancia de los hechos, creyendo que
los recursos pesqueros son infinitos e inagotables y forzando la extracción
hacia límites impredecibles en sus consecuencias.
Marcos Kisner Bueno
Felicito el trabajo estadístico de la Revista Pesca, que nos ofrece una especie de huella dejada por la actividad extractiva pesquera de 64 años de pesca en nuestro país. En mi opinión, Perú requiere elevar su consumo percápita de pescado a 38 kilos al año en los próximos 30 años, pasando por incrementos quinquenales de 4 a 5 kilos, requiriéndose para ello, de 2.3 millones de TM de pescado, en ese período de tiempo, para que los 30 millones de peruanos podamos disfrutar de este recurso que patrimonio nacional. Esta provisión deberá estar dada, principalmente, por anchoveta, jurel, caballa, merluza, pota y especies de oportunidad. Para ello deberán establecerse políticas de de Estado que permitan fortalecer la gestión de las pesquerías, infraestructura de desembarque y líneas de producción debidamente establecidas. Debemos considerar que la anchoveta es una especie clave para el fortalecimiento de los diferentes nichos ecológicos de otras especies y que su sobre explotación las perjudica y aleja en busca de mejores ambientes de vida. Creo que Perú debe pasar de ser un país harinero a ser un país pesquero. Tenemos las condiciones oceanográficas y ecológicas apropiadas para serlo; lo que pasa es que estas son políticas de Estado de largo aliento que requieren ser insertadas dentro de la Políticas de Estado del Acuerdo Nacional apuntando a ser Perú un país Pesquero. FAP/fap.
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