Por José Graziano da Silva, Director-General de la FAO
América Latina y el Caribe vive el reto de superar la paradoja de ser una exportadora neta de alimentos al mismo tiempo que 50 millones de sus ciudadanos padecen subnutrición.
Este será uno de los temas que serán debatidos en los próximos días en Buenos Aires, durante la 32ª Conferencia Regional de la FAO para América Latina y el Caribe. Esta instancia ayuda a definir el actuar de la Organización a nivel mundial y fija las prioridades de trabajo para la FAO en la región.
Esta es una manera de aproximar la FAO a los países de la región y garantizar que nuestro trabajo responda a sus necesidades. A mediados de marzo, se llevó a cabo la Conferencia Regional la región de Asia y Pacífico, realizada semana pasada en Vietnam. En dicho encuentro, que contó con la participación de 39 países, quedó patente la necesidad de establecer una estrategia regional para la producción de arroz y apoyar a las pequeñas islas de Pacífico en la creación y fortalecimiento de ciclos locales de producción y consumo vinculados al turismo. El potencial de la Cooperación Sur-Sur para enfrentar los retos y la voluntad de los países en compartir su conocimiento fue otra conclusión destacada.
De la Conferencia en Buenos Aires también esperamos salir con prioridades claras y la reafirmación de nuestro compromiso conjunto con la erradicación del hambre, algo que no solo es totalmente compatible con el desarrollo económico, el manejo sostenible de los recursos naturales y con la mitigación y adaptación al cambio climático, sino que contribuye a alcanzar esos objetivos.
Hay una enorme coincidencia entre las agendas de cambio climático y seguridad alimentaria: ambas exigen cambios significativos hacia patrones más sostenibles de producción y de consumo. A pocos meses de la Conferencia Rio+20, tenemos la oportunidad y necesidad de explorar esa convergencia que ofrece la posibilidad de seguir un nuevo camino de desarrollo, más sostenible, inclusivo y que contribuya a reducir la desigualdad que caracteriza a América Latina y el Caribe.
Esa desigualdad se debe, principalmente, a la concentración del ingreso en la región y se manifiesta de distintas maneras, como la inseguridad alimentaria: la causa del hambre en América Latina y el Caribe es la incapacidad de los más pobres de comprar los alimentos que necesitan. Es un problema de acceso; ese es nuestro talón de Aquiles.
Para enfrentar dicho problema, necesitamos abordarlo desde el ámbito social, económico y productivo. Es fundamental mejorar el acceso de la población más pobre en todo sentido: su acceso a mejores empleos e ingresos, y su acceso a oportunidades.
En las áreas rurales, que concentran cerca de la mitad de la población indigente de la región, eso también requiere mejorar el acceso de los pequeños productores a tierra, agua y otros recursos. La agricultura familiar cumple un papel central en ese desafío, ya que representa uno de los sectores más vulnerables de la población y al mismo tiempo el responsable de producir la mayor parte de los alimentos consumidos por nuestros habitantes.
No obstante el rol que ya cumple, el sector todavía tiene un gran potencial a desarrollar, que puede generar aún más beneficios si se vincula la agricultura familiar con los mercados locales y programas como los de alimentación escolar.
Erradicar el hambre requiere un esfuerzo conjunto a nivel nacional e internacional y la FAO está lista para contribuir a dicho objetivo. Trabajando juntos, esta es una meta posible.
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