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miércoles, 18 de agosto de 2010

EDITORIAL REVISTA PESCA AGOSTO 2010

UN PAIS PESQUERO


Un país con un litoral tan largo como el que tiene el Perú, con el ecosistema marino de Humboldt que es el que presenta el mayor potencial mundial de recursos pelágicos, con una capacidad adaptativa de ciertas especies frente a los complejos y constantes cambios que se producen frente a las costas peruanas, debiera ser por definición, un país pesquero.

Un país que posee espejos de agua y ríos favorables para la pesca continental debiera ser un país pesquero.

Un país con potencial para acuicultura y maricultura debiera ser un país pesquero.

Este potencial no tiene garantías de estabilidad ni permanencia debido a las variables que en el mismo introducen la actividad pesquera del hombre y el cambio climático.

Tenemos la grave responsabilidad y el deber de actuar con precaución, colocando en primer lugar, las necesidades alimentarias de nuestra propia población.

Las poblaciones de peces son recursos renovables; pero solamente si se tiene cuidado de permitirles renovarse, podrán explotarse indefinidamente.

Por ello se impone una ordenación, lo que significa que las cantidades capturadas deben mantenerse dentro de los límites ecosistémicos definidos científicamente. Las pesquerías deben regularse para que sean sustentables.

El Perú es un país pesquero por definición, pero ¿que se entiende por dicho término?

El solo hecho de tener una importante biomasa de anchoveta y otras especies marinas, así como el potencial que brindan ríos y lagos no es suficiente para definirnos como país pesquero.

Grandes cifras en toneladas o en dólares de productos marinos exportados no definen por sí mismos la condición de un país pesquero.

Si nos atenemos estrictamente al potencial que se encuentra en estado natural, la definición de país pesquero no grafica nada más que posibilidades y oportunidades.

La definición válida de país pesquero debería darse en el contexto de aquello que somos capaces de hacer con ese potencial pesquero. O de lo que no somos capaces de hacer.

Educar al sector para una pesca responsable, entrenar a los pescadores para la diversificación y para que den un paso hacia la transformación y comercialización de sus productos, educar al consumidor a comer pescado; ofertar un pescado limpio, inocuo, con controles sanitarios que aseguren su calidad. Eso es parte de la definición de un país pesquero. Exportar calidad en productos hidrobiológicos, pero consumir la misma calidad en el mercado interno. Priorizar la pesquería hacia el consumo humano directo, protegiendo el rico ecosistema marino de Humboldt, que es precisamente el que nos da la posibilidad de ser país pesquero.

Adoptar un enfoque ecosistémico en nuestra ordenación pesquera, asumir el criterio precautorio en la asignación de cuotas de captura anuales, proteger nuestra condición de país pesquero.

Formular una política pesquera de largo plazo, integral, racional, que brinde las posibilidades de ser un país pesquero de largo aliento, viable, con privilegio de la alimentación nacional.

Podemos hacer de la pesquería peruana lo necesario para que nos lleve a exhibir ante el mundo el orgullo de sabernos realmente un país pesquero.

El primer paso es profundizar y potenciar la investigación.

La estadística refleja la dependencia de la industria pesquera de muy pocas especies hidrobiológicas, que pueden sufrir impactos provenientes del calentamiento global, del cambio climático y de fenómenos naturales.

Por tanto, la inversión fresca que pretenda depender de esos recursos tradicionales y vulnerables será muy difícil de ver en el corto y mediano plazo.

El descubrimiento de nuevas especies comercialmente explotables, la apertura de nuevos mercados y nuevas tecnologías de adición de valor agregado es lo que puede hacer atractiva la nueva inversión.

La inversión más urgente es la que se necesita en investigación científica. Pero no a costa de hipotecar nuestros recursos pesqueros.

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