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lunes, 7 de diciembre de 2009

LA DIFÍCIL PESCA DE ILUSIONES (edición mayo junio 09)

LA DIFÍCIL PESCA DE ILUSIONES


Francisco Miranda Avalos

Mientras contemplaba un hermoso arreglo de pescado fresco sobre el hielo, en uno de los grandes supermercados de Lima, pensaba en el gran esfuerzo realizado por los muchachos que arreglaron la pesca para venta, era una forma justa de tratar no solo el gran trabajo del pescador, sino también una clara de muestra de respeto por las especies que se ofrecían al público consumidor que también deber ser siempre respetado. Fue entonces que un vecino, sin mucho que hacer y buscando conversación me dijo: “Porque tiene que ser tan caro el pescado? si tenemos tanto y es tan fácil pescarlo, solo es paciencia, un nylon y un anzuelo”.

Pero en ese mostrador no habían solo borrachos, la muestra incluía una variopinta diversidad de especies: pulpo, atún, bonito, lenguado, mahi mahi, pez espada, pintadillas, cabrillas, cherlos, meros, jurel, caballa, anchoveta, camarones de rio, langostinos, calamar gigante, tilapias azules, pangasius, conchas de abanico, choros, caracoles y pejerreyes…algunas de esas especies no procedían de la pesca sino de la acuicultura, otras no se pescaban con un simple nylon y un anzuelo, y no todas requerían de paciencia; como una virtud de pescador, sino mas bien harta tecnología para su cultivo, o de una tecnología de extracción que requiere además de un enorme esfuerzo pesquero, que solo se logra con gran inversión que nunca cae del cielo. Es increíble como el ciudadano común conoce tan poco de la pesca.

Recuerdo con cariño especial una salida de pesca en particular; éramos un grupo diverso de pescadores, uno de ellos solo un niño de 11 años puesto a cargo de la cocina por el patrón, su propio padre. Navegando hacia el sur de Parachique, luego de pasar Punta Aguja, pusimos rumbo a la Isla Lobos de Tierra, pero aquella madrugada la Punta Mala, estaba particularmente cruel, el mar azoto la pequeña embarcación con toda su furia, y no había un solo lugar seco a bordo, el pequeño cocinero se arropo como pudo con la enorme ropa de agua, pero se mantuvo mudo, atento y firme al golpeteo de las olas, pero al amanecer, navegando ya en aguas tranquilas, mientras bombeaba animosamente el viejo Primux para calentar el Quaker con Chocolate del desayuno, su elocuencia brillo como el sol.

Su entusiasta conversación era sobre sus pequeños sueños de lo que haría con el dinero de la pesca, al regresar de la faena, quería comprar un par de zapatos y una camisa nueva, para ir a visitar a una amiguita en Sechura, pensaba en renovar su colchón y comprarle una licuadora a su madre.

La pesca por supuesto dependía en gran parte de nosotros; una rara asociación de pescadores artesanales con cazadores submarinos en pos de los grandes meros muriques y otras especies de pescados de carne blanca, tan esquivos como puntuales. No había hielo en la embarcación, solo muchos sacos de sal. La gran pesca comenzó al tercer día. Después de interminables y agotadoras faenas de natación y búsqueda, finalmente encontramos muchos peces. Desde el mar, la visión era una pintura, el sol poniéndose sobre tras la embarcación, las balsillas en el agua apoyando a los buzos, y en el bote un menudo tripulante moviéndose incansable entre la bodega y la cubierta, por ratos rajaba pescado, en otros traía la sal, y muchas veces acomodaba el pescado salado en la bodega, es difícil olvidar la escena de aquel pequeño cocinero, aspirante a pescador artesanal, moviéndose cual lombriz dentro y fuera de la lancha.

Cuando finalmente subí a la embarcación, muy cansado, con las manos adoloridas de tanto erizo y espina de pescado, además de arrugadas por la larga exposición al agua, aun con el traje de buceo puesto y con las piernas colgando por la borda, un tazón de caldo de cabrillas rajadas y un chancay aparecieron gentilmente frente a mí, pensé que nada podía ser más reparador, pero al ver la sonrisa de aquel muchacho feliz e ilusionado por la abundante pesca, recién comprendí que mi cansancio, era una alucinación. Tirado sobre la borda con un mar sereno emprendimos el regreso, esta vez el cocinerito en el timón, que no cejo un solo instante de proyectarse con su parte de las ganancias, tanto como de darle gracias a San Pedrito por la buena pesca. Pero no hubo ganancias, el comprador no solo nos estafo comprando por quintales mal pesados, sino que además desapareció con la pesca por unos días, para reaparecer después diciendo que lo habían asaltado con el dinero de la venta. Es que es una historia vieja, claro que era la primera vez que me pasaba, cual lechera del cuento, muchos pescadores hacen sus cálculos mentales de los beneficios de su gran esfuerzo y riesgo, pero al llegar a tierra, la realidad se impone ante los excesos de confianza;

y así fue siempre, desde aquellas épocas en que solo se llevaba sal en la embarcación, por que no habían bodegas insuladas, ni fabricas de hielo para abastecerlas, hasta la fecha, en donde la moderna tecnología de pesca, permite tratar mejor el pescado e incluso darle mayor valor, la vieja historia de la lechera, sigue repitiéndose en sus cientos de variantes, de puerto en puerto, de pescador en pescador.


La pesca no es una tarea fácil, es definitivamente un trabajo muy rudo, la Organización Internacional del Trabajo considera el oficio del pescador como el trabajo más peligroso del mundo. Además ya no solo basta pescar con los métodos tradicionales que se aprendieron del abuelo al papa y de padre a hijo, hay que hacerlo con una tecnología mejorada y altamente selectiva, que cuide el medio ambiente y las demás especies, debemos defendernos de los malos intermediarios de siempre, tratar mucho mejor al pescado para mantener su frescura al máximo, procesarlo en optima calidad y venderlo con valores agregados. Entonces así, ya no resulta solo un simple problema de paciencia, un nylon y un anzuelo.

Pero debemos cambiar la visión del pescador artesanal o de cualquier pescador, este debe dejar de ser el depredador que siempre ha sido: pescando para el día y olvidando las necesidades del futuro. Sus capturas deben ser sustentables en el tiempo, porque de lo contrario no habrá peces que pescar en los años venideros. Aprendamos además que si la pesca no es suficiente, se hace necesario prever dando dar el gran paso de la administración de los recursos acuícolas, dejando de ser cazador y recolector de frutos para ser el granjero de los océanos, lagos y cochas del Perú.

Resulta primordial encontrar la forma de cambiar la visión de los dirigentes sindicales o gremiales de las distintas y variopintas asociaciones de pescadores del Perú, esta gente parece haber perdido su rumbo completamente, con algunas dignas excepciones, van por doquier pidiendo todo tipo de apoyo al gobierno central, a los gobiernos provinciales y distritales, a las ONG de apoyo internacional y a todo aquel que se compadezca de su humilde condición de pescador, como si el ser pescador fuese sinónimo de pobreza o mendicidad, cuando en el fondo solo llenan sus bolsillos, vendiendo los intereses de todo su colectivo, recibiendo dinero para baños nuevos, pero solo pintando y reinaugurando los viejos sanitarios insalubres. ¿Todos los días me pregunto cuántos buenos dirigentes de pescadores en realidad existen?

El oficio del pescador es un oficio digno, lleno de destreza, sabiduría, honor, valentía, rudeza y sumamente peligroso, pero también es respetuoso con la mar y su Dios, porque el buen pescador agradece a ellos dia a dia su sustento. Es un arte que merece mucha mejor comprensión que la que recibe de todos nosotros, quizá para ello hay que ser también pescador y quemarse las manos con las grandes ilusiones que despliegan el enorme esfuerzo mal pagado del buen pescador.

Teniendo un aniversario más de la fiesta del pescador, que nos sirva lo dicho para recordar, que cada pez que termina en nuestro plato, no llego ahí tan fácilmente, llego por la gracia de Dios y de todos los esforzados pescadores de ilusiones.

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