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sábado, 26 de junio de 2010

EDITORIAL REVISTA PESCA JUNIO 2010

EL DIA DEL PESCADOR EN EL PERU


Cada día de pesca es una aventura totalmente distinta, tanto en el mar, en el muelle como en los mercados. Nadie sabe lo que el mar ofrecerá cada mañana, pero el sabor a la aventura se vive a diario.

La pesca será buena o mala según el ángulo con que se la mire. Será buena para una empresa con éxito en sus capturas, si la calidad y cantidad capturada satisface los estándares requeridos para el proceso. Y será mala si no retribuye al armador o empresario.

Pero inevitablemente, dicha calificación habrá sido el producto de un esfuerzo humano duro, peligroso y de alto riesgo. Un esfuerzo en el mar que requiere de una logística de tierra eficiente y sacrificada también. Se trabaja sin horarios, de noche, de madrugada, en feriados, en fines de semana, soportando el calor y frío viento de la costa. Sea cual fuere el resultado, el esfuerzo se hace pero este es poco valorado porque el pescador gana dinero solo en la medida en que captura.

Así, todo se reduce a una cuestión de mercado. Se exporta la mayor cantidad de pesca transformada y quien la extrajo recibe muy poco. Quienes hicieron posible la captura para que otros le den un valor agregado reciben una participación mínima en la cadena productiva.

El Perú es un país de mano de obra barata, dicen muchos. Y hay muchas razones para decirlo, pues generalmente maltratamos al pescador y al procesador primario ajustando el precio en perjuicio de ellos. La industria lo ha conducido a volverse dependiente del paternalismo del Estado como única salida a
sus problemas.

Quizá no sea mano de obra tecnificada, porque son personas que no tuvieron una posibilidad de mejor educación; pero gracias a ellos podemos comer y exportar pescado. Incapacitados de mejorar su situación seguirán trabajando, ganen lo que ganen, porque tienen que sobrevivir. Mientras tanto, olvidamos que sin ellos no existiría este negocio.

Seguiremos hablando del mar, de la pesca, de sus problemas, de las cuotas individuales, de la necesidad de una política pesquera y de un mar que reta a quien lo enfrenta a diario.

Porque son nuestros pescadores, nuestros hombres y mujeres que procesan y comercializan los peces quienes nos acercan al mar y permiten que otros ganen más dinero. Ellos seguirán sobreviviendo y trayéndonos alimento a nuestras mesas, pese a todo lo que se haga o no por parte de los gobiernos de turno. Y seguiremos hablando de lo mismo pero no de los seres humanos que hacen posible que todos nos sintamos orgullosos de nuestro plato bandera.

Porque somos un país del tercer mundo, un país pobre de mano de obra barata. Un país en el cual cualquier cosa puede ocurrir en el terreno de la política, de la improvisación, de la conveniencia. Los pescadores son los verdaderos artífices de la bonanza pesquera y de tantas alegrías en la mesa de los peruanos.

Nuestro homenaje para todos los pescadores.